lunes, 11 de junio de 2012

ECOS DE SAN ISIDRO (PARTE I: MATADORES)

Una vez terminado el atracón mensual de toros, nos toca hacer balance. No es fácil, y podría ser breve y finiquitar este duro trance de una manera poco decorosa pero muy sutil diciendo, simple y llanamente, que ha sido una grandísima mierda. Pero me apetece desengranarme y reflexionar tranquilamente sobre la situación que ha dejado tras de sí este penoso ciclo isidril, con el postre incluido del "Arte y la Cultura", pero como quiero desahogarme bien, lo haré por partes. Hoy, como diría mi admirado y buen amigo Enrique Martín, el palo se lo pegaré a los de luces.
Si la plaza de Madrid actualmente tuviera el rigor y la seriedad que siempre la ha caracterizado, no hubiera habido una puñetera salida a hombros en toda la santa feria; pero como en los últimos tiempos esto es Jauja, se permitió que David Mora y Alejandro Talavante cruzaran el umbral del gran pórtico neomudejar que da a la Calle Alcalá. El primero ni si quiera dió un muletazo en condiciones y las dos orejas que cortó fueron de chiste, un chiste que ni a mí ni a muchos aficionados nos hizo la más mínima gracia por cierto. A Talavante, que no ha tenido una feria fácil por motivos extrataurinos, solo le recuerdo una tanda de naturales y algunos detalles en su primer toro de la Beneficencia. Pero nada más, la primera oreja que cortó hubiera sido justa si no se le hubiera ido la mano a la hora de matar, pero ¿la segunda? Será por eso de que a unos cuantos se les juntó el hambre con las ganas de comer...
No obstante, el extremeño fue, junto con Sebastian Castella, la única figura que solventó su papeleta madrileña con la más mínima dignidad, y el francés se salva por su gratificante gesto de aguantar más de una hora con la pierna abierta y chorreando de sangre sin entrar a la enfermería, y reaparecer una semana después con los puntos aun frescos, tarde en la que por cierto hubiera podido cortarle las dos orejas a aquel cuvillo bobalicón y carrilero que no fue picado y al que muchos iluminados ya quieren colocárnoslo como uno de los toros de la feria (así va España...); pero para suerte de la denostada seriedad venteña falló a espadas y se quedó con la miel en los labios el matador y con la miel en los labios el público clavelero que todo aplaude. En fin...
De las demás figuras y miembros del G-10, ¿que puedo decir? Pues miren, de Manzanares que es el número uno, sí, ¡¡pero de la sinvergonzonería torera y la mentira!! Muchos (muchas, mejor dicho) le aplaudieron a rabiar su primera tarde supuestamente por una faena muy valiente y esmerada ante un 5º toro de Victoriano del Río bronco, áspero, muy peligroso y sin un muletazo. Yo, lo que vi y a juzgar por el concepto de aficionado que tengo, lo único que hizo fue tapar y hacer más malo de lo que realmente era aquel animalillo de Victoriano del Río que tuvo un puntito de casta y fiereza, actitudes no aptas para la Tauromaquia 2.0 del pico, el pasito atrás, la ventana abierta y el fuera de cacho. Luego también estuvo Morantito, que aunque no tuviera gran material mostró inhibición y falta de ganas e ilusión en las dos tardes que nos visitó; Perera, quien dio en las dos tardes que actuó sendas lecciones magistrales de pegapasismo vulgar; El Fandi, que en la única tarde que le vi no encontré motivos para convencerme de mirar con buenos ojos su doble inclusión en el abono; y César Jiménez, otro "G" con el que hay que venir a verle con despertador y un señor termo de café para aguantarlo. Ah, ya me olvidaba de El Cid (que en paz descanse), que en las tres tardes que ha actuado nos ha hecho resignarnos a que nunca volverá a ser quien un día fue.
Caso aparte es el de Fandiño. Es un torero en el que personalmente tengo mucha fe y en el que veo un gran concepto, pero no termina de romper y le hace falta ya. No puede estar viviendo de por vida de la renta que tiene de cortar una oreja cada tarde, necesita ya un triunfo clamoroso con el que ponerse en figura y consolidarse como gran torero que es. Y toros para ello ha tenido, uno cada tarde además, pero a pesar de mostrar una disposición muy elevada no termina por cuajar esos toros y siempre se ve un escalón por debajo de ellos. O se aprieta las tuercas, o de aquí a nada va a ir descendiendo puestos.
Del resto de la segunda fila, el panorama no es menos desolador que en la crème de la crème. Algunos buenos muletazos de Tejela y Curro Díaz en sus respectivas segundas tardes del abono, la oreja de Morenito de Aranda, la generosidad lidiadora de Castaño y, sobre todo, Alberto Aguilar en su única comparecencia con los cárdenos de Victorino. A mi juicio, la oreja más justa y sincera de toda la feria, aunque tuvo en el sexto la oportunidad de ratificarlo pero tardó en darse cuenta de que ante sí tenía un animal apto para descerrojar la Puerta Grande. Aún así, le considero la revelación de la feria.
Mañana, la segunda entrega, dedicada a los novilleros

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