domingo, 5 de octubre de 2014

TRES NATURALES Y UNA ESTOCADA NO SON SUFICIENTES

Al finalizar la lidia del cuarto toro, el deber de una reunión familiar me obligaba a levantar el trasero de mi localidad y abandonar la plaza. Según iba la tarde, en realidad poco me importaba dejar el festejo a medias. Es más, si la cosa hubiera estado funcionando medianamente bien, la broma me hubiera costado cara con mi novia y su familia. Pero no fue el caso, y el disgusto personal me lo ahorraron toros y matador. Los toros, por feos, flojos, mansos y bajos de casta. El matador, por incompetencia para sobreponerse a las circunstancias. Una pena, porque su actuación en mayo y su más que digna temporada nos hacía albergar esperanzas de que podía dar una buena tarde, pero aquella verdad y aquella heroicidad con la que nos puso a todos de acuerdo, pareció ayer que se le quedó olvidada en casa. El primero de la tarde no tenía mucho dentro, y Miguelito le hizo una faena larga y con apenas sustancia. Sólo al final dejó tres naturales de frente e indiscutible pureza que nos despertó del letargo, y que junto a una buena estocada, fue lo único que vimos en toda la tarde. El segundo de la tarde, me dio la sensación de que llevaba dentro más de lo que Abellán le extrajo. El animal no quería medios, más bien más cerrado en el tercio, donde había demostrado buenas maneras en banderillas, pero la faena se realizó en el centro del anillo, donde el animal protestaba en cada muletazo. No hubo acople tras una faena voluntariosa pero carente de interés. El tercero, manso y descastado como el resto, fue nobilísimo y dulce como la miel. Un toro así era para haber reventado Madrid, pero no fue el caso. Aquí es donde Abellán dejó claro que no venía con muchas ganas de torear con la verdad que sí demostró en San Isidro. Tres series de nulo ajuste con la derecha llevando al animal con cadencia, pero metiendo el pico con descaro, descargando la suerte y sin rematar los muletazos. Las ovaciones de la plaza se mezclaban con las protestas de quien recriminábamos esas maneras de tratar a ese toro. La faena fue a menos, y tras pinchar varias veces con la espada, todo quedó en ovación con saludos. El cuarto, lo único que tenía era un comportamiento más propio de una bestia de tiro que de un toro bravo. Hizo bien Abellán en no darse coba con él y quitárselo pronto de en medio. Y aquí abandoné la corrida, y por lo que me cuentan, vi todo lo que había que ver. Los toros siguieron saliendo mansos y sin casta, al matador se le hacía cada vez más cuesta arriba la tarde, y el público y los aficionados se contagiaron ante tanta vulgaridad y tanto aburrimiento. Una pena todo, porque la tarde ilusionaba. Pero a encerrarse con seis toros a Madrid, ya ha quedado visto en otras ocasiones, hay que venir de otra manera.

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