lunes, 22 de junio de 2015

PICADORES Y ALGUACILES: DOS ESPECIES (CASI) EXTINGUIDAS

Hace dos semanas que terminó eso de la Champions League de los Toros, y la verdad es que podría empezar ahora mismo a hablar ríos de tinta de lo que dio de sí esta feria y todo lo que en ella pasó. Pero prefiero no hacerlo porque terminaría pronto, resumiendo de forma clara y precisa que la Feria de San Isidro 2015 ha sido una gran mierda que ni Manuel Escribano, ni Rafaelillo ni tres toros de Miura fueron capaces de maquillar ni a última hora.
De este San Isidro 2015 prefiero hacer hincapié en lo patente que ha quedado el grave peligro de desaparición que corren dos especies. No, no hablo del aficionado. Ese, más que desaparecer, le han echado y además hace tiempo ya, y hoy día sólo queda algún ejemplar en cautiverio, aunque ya veremos por cuanto tiempo. Hablo, en primer lugar, de los picadores. Esos señores a caballo, que aun subordinados al matador, se les sigue permitiendo hoy vestir la chaquetilla de oro porque un día incluso tenían más protagonismo que el propio maestro. Pero lo que llega siendo las exigencias de la "nueva bravura", les han convertido en un pelele muy prescindible. La mayoría de los toros ya vienen picados desde que estaban en el vientre de su señora vaca, y no necesitan de los servicios de esos señores del castoreño. Ellos, que debe ser que les da igual verse de aquí a no muchos años plantando cebollas o recolectando fresas, son cómplices de la desaparición de la suerte de varas, prostituyéndose muy dolosamente a las exigencias de ese pseudoestectáculo que nos quieren colar como Tauromaquia. Pero lo peor viene cuando sale algún toro con muchos pies, que por suerte aún sigue quedando alguno, y hacen de una sola vez el trabajo que deberían hacer en tres entradas al caballo. No nos dejan ver lo que daría de sí el toro, y además lo masacrando y nos dejan sin toro. La suerte de varas, el trabajo del picador, o cómo queramos llamarlo, no es eso...
Que sí, que en realidad son unos mandados y solo cumplen las órdenes de su jefe. Pero... ¿y el amor y la afición a su profesión, dónde quedó? ¿No les interesa defender la suerte de varas, que al fin y al cabo es el pan suyo de cada día? ¿O quizás nos interesa más esa defensa a quienes nos dejamos los euros en esto? Si es que el mundo está hecho al revés

Así las cosas en el mundillo del castoreño, cuya extinción no será la única, no. Hay otros señores, dos en este caso, que tampoco parece que pinten mucho en la Tauromaquia 2.0. Estos dos señores también montan a caballo, pero no gastan castoreño, no se crean. Más bien, gastan pluma y bellas galas del Madrid antiguo.
¿Dónde ha quedado la labor de los alguaciles? Esa pregunta me la hacía cada tarde saliendo de la plaza. Está claro que el valor simbólico del despeje plaza lo hacen de manera extraordinaria, no hay duda. Tampoco se les da mal eso de entregar las orejas en mano, y además es algo que en esta feria han tenido que hacer de forma repetida (aunque a más de uno le tendrían que haber susurrado al oído: "niño, no te lo creas"). Pero poner orden en el ruedo y evitar las malas artes de algunos, parece ser que a los alguacilillos de la plaza de Madrid se la trae al viento. Los toreros no ocupan su correspondiente sitio y el de la pluma se queda mirando y no parece que le importe mucho, el picador que tapa la salida sin motivo, es decir todos, no es recriminado, y el que comete barbaridades con la puya nadie le dice nada. Pero lo más sangrante de este asunto son las censurable ruedas de peones. Recuerdo que hasta no hace mucho, ahí andaba el alguacil, azotando las tablas con su palito en señal de recriminación, y los peones bajaban la cabeza y hacían caso. Eso, después de esta feria, parece que es historia. Los peones salen del burladero, hacen la rueda en varias ocasiones, los de la pluma ahí como si fueran don Tancredo López, los cuatro talibanes que de esto no tienen idea pegando voces y protestando tan vomitiva acción, y los peones pasándose el reglamento y la ética por el arco del triunfo, que para eso se juegan la vida y deben merecer respeto, aun cuando hacen cosas feas.

Picadores y alguacilillos, esas dos especies de la Tauromaquia que han acabado en el purgatorio. Como acabará la Tauromaquia en sí, como a los nuevos mando es del país se les siga dando razones fundadas para que la eliminen del mapa.

lunes, 8 de junio de 2015

¿EN MANOS DE QUIÉN ESTAMOS?

Me hago eco, vía Twitter, de esta noticia publicada en Diario Córdoba sobre aquella famosa corrida de hace unos días en la citada ciudad. Famosa digo, tristemente, por la espantá de Finito de Córdoba ante la negativa del presidente a unirse a la fiebre de indultos. Lean lean, no tiene desperdicio:

"La de Finito no fue la única polémica del día. O se incluía en la corrida el toro número 116, rechazado por la autoridad por falta de trapío, o Morante y Talavante se iban. Esa fue la exigencia y amenaza que hizo ayer Antonio Barrera, apoderado del primero y representante en España de Espectáculos Taurinos de México, que, además de llevar la carrera del segundo, es la base de la Fusión Internacional por la Tauromaquia (FIT) y empresa, a su vez, de Los Califas. Así lo desveló ayer en declaraciones a este periódico el presidente del festejo Manuel Rodríguez Moyano, quien no dudó en reconocer que se había "doblegado" a las presiones "por respeto a Córdoba", para que no sufriera una nueva suspensión y otro daño a su ya maltrecha imagen. Rodríguez Moyano, que se despide este año del palco de Los Califas, explicó que Barrera se mostró "intransigente, ensañándose, además, con la situación de Córdoba", ya que insistió en sacar a relucir que la plaza estaba hundida y peor saldría tras otra polémica con repercusión taurina nacional.

"La culpa es mía --admitió el presidente--. Me quedaba suspender o darla así, y me ha ganado la conciencia del respeto al público", señaló en su deseo de que se conociera todo lo ocurrido después de una mañana movida en los corrales. "Si no se lidiaba ese toro se iban dos seguro: Morante y Talavante", afirmó. Así, al final hubo corrida "porque me he doblegado para que Córdoba no dejara de tener lo poco que tiene".

El presidente elogió al gerente, José Cutino, al que calificó de "señor", pero apuntó que este ya había advertido que "tenía un techo" para negociar. Tanto que cuando entró en juego Barrera todos los acuerdos previos para formar corrida saltaron por los aires y el festejo estuvo suspendido. "Ha sido una lucha. Después de ver ocho toros --que no eran los reseñados por el ganadero sino los impuestos por los toreros-- pedí que me trajeran otros cuatro y solo me aportaron dos. Se aprobaron siete, pero los dos nuevos que trajeron, que subían la presentación, los dejan de sobreros y meten uno de los rechazados". "El vencido soy yo", insistió un apesadumbrado Rodríguez Moyano tras claudicar ante las exigencias del "imberbe" Barrera. El toro rechazado objeto de la polémica saltó al ruedo, finalmente, en primer lugar y le correspondió a Finito tras un sorteo celebrado a las 13.45 horas.

Barrera fue quien negoció con la sociedad propietaria de Los Califas para que el magnate mexicano Alberto Bailleres se hiciera con la gestión de Los Califas. Entre sus objetivos, según el gerente, José Cutino, estaba recuperar el prestigio de Córdoba".



Quede clara una cosa: el malo de la película fue por supuesto el señor presidente, por no padecer de indultitis él también.
Por cierto, ¿se harán eco de estas cosas en Mundotoro, Burladero, Cultoro, etc.? Pregunta retórica, obviamente. Yendo en contra de los amos, cualquiera.

RAFAELILLO vs INJURIADO, O EL MILAGRO DE TOREAR

Qué mal encaminada iba la tarde de los miuras al arrastre del tercer toro. Muy pero que muy mal, tanto que se vislumbraba en el horizomte un nuevo petardo ganadero. El primer toro de la tarde se le vio blando desde que Florito le puso la divisa, toda la plaza excepto el insigne funcionario que habita en el palco, don Julio Moreno Martínez, que después de ver cómo al tetrapléjico miureño le simulaban el castigo y se reclina varias veces durante la lidia, no tuvo inconveniente en permitir que el pobre bicho siguiera en el ruedo. El segundo fue el típico miura incierto que no regalaba ni las buenas noches. Tardeaba una barbaridad a la hora de arrancarse, pero el animal no volvía la cara y siempre volvía a estar, sobre todo por el lado izquierdo, porque por el derecho el tío sabía hasta hablar en arameo antiguo. Su matador, que por si hace falta decirlo fue Castaño, le dejaba la muleta por las nubes y provocaba él solito las tarascadas del de Zahariche, pero el animal embistió de otra forma en el capote del peón de brega, que por si también hace falta decirlo, fue el señor Marco Galán, a quien por cierto mandamos un abrazo y le deseamos una pronta recuperación tras cornada en el quinto. Y al tercero, se les juntaron el hambre con las ganas de comer. O lo que es lo mismo, su evidente flojera de remos con el pavor de Serafín Marín, que le dejó el trabajo sucio a su picador.
Total, que cuando en el ruedo irrumpió Injuriado, n° 55, las esperanzas de que Miura salvara los muebles a la grandeza del Toro ya no existían, y mucho menos aún que alguien se impusiera con pureza y verdad a un toro de Miura. Pero ahí anduvieron,  por suerte,  un toro encastado y un pequeño gran torero. Injuriado cumplió en el jaco,  donde recibió tralla, y José Mora le hizo las cosas de lujo durante la brega. Ahí había que estar, firme y sin cometer errores, porque el toro pronto iba al bulto. Cosas de la casta. Rafaelillo empezó con dos series por la mano derecha dominando al toro con poderío pero retorcido y perfilero. Pero fue echarse la muleta a la zocata y comenzar la fiesta. Aquellos naturales echándole la muleta al hocico, dando el pecho y llevando al toro por abajo y atrás nos hicieron vivir grandes emociones que no vivimos en toda la feria, por muchas orejas y alguna puerta grande que haya habido. La plaza rugió ante aquella maravilla que sucedía en el ruedo. Y es que había un torero que cargaba la suerte ante un toro de Miura. ¡¡Ahí es nada!! Solo la espada mandó al traste la puerta grande más verdadera de cuantas hayamos visto últimamente. ¡¡Ole torero!!

La corrida prosiguió con un quinto toro que también sacó dificultades dentro de sus posibilidades, pero Javier Castaño no está para muchos trotes, ya se sabe. Para él, todo eso del poderío, el bajar la mano, el templar y el mandar, es misión imposible.
Ya no digamos Serafín Marín, en cuyas manos tuvo a Arenoso, un toro de Miura noble y encastado que recibió en varas un castigo en honor a todos los toretes que matan aquellos que son tan buenos toreros que a Miura no la quieren ni ver. El toro no se amilanó después del caballo, y llegó a la muleta noble y encastado, con mucho que torear. Serafín, que solo con ver la A con asas en el anca del animal se pensaría que tenía delante a Satanás, ni estuvo ni quiso estar. ¡¡Vaya toro se le fue al tío!! Y el año que viene le darán otras dos tardes en Madrid. ¡¡Qué bien!!

Al final, Miura cerró la Isidro con algunos ejemplares ejemplares interesantes que dieron emoción y volvieron a hacernos sentir a los aficionados ese runrún que solo la casta del toro de lidia puede hacer sentir. Pero no solo fue cosa del mítico hierro. Rafaelillo regaló el mejor toreo al natural de lo que llevamos de año, y nos dio la razón a los que pensamos que otra forma de torear es posible. ¡¡Grande Rafael!!

Ah, y como dato curioso, Marco Galán paró al segundo de la tarde con tan sólo tres capotazos. ¡¡Sí sí, han leído bien, con tres capotazos dejó al animal postrado en la segunda raya!! Quizás sería bueno que volviera la buena y vieja costumbre de que sean los subalternos quienes salieran de inicio a parar a los toros...

sábado, 6 de junio de 2015

VICTORININES Y EL FANTASMA DEL CID

La tarde del 5 de junio de 2015, como tantas otras tardes de campanillas, prometía ser emocionante. No era para menos. En el cartel, una ganadería que forjó su leyenda a base de emoción, bravura, y casta; y un torero que un día cautivó a la afición más exigente con su mano izquierda.
Pero claro, pasa que al frente de esa ganadería no sigue el mismo hombre que la aupó al Olimpo hace años, ni aquella zurda de oro está manejada por la misma cabeza. Y el resultado se ha condensado en un hermoso e indiscutible petardazo. 
Victorino Martín, hijo naturalmente, ha venido a cumplir su compromiso madrileño con un auténtico saldo ganadero. Toros muy mal presentados, chicos, y que quedarían a la altura de los ratones ante cualquier novillada de las que se lidia en esta plaza. Solo el tercero, más digno, podría medio salvarse. En cuanto a juego, más de lo mismo. Toritos descastados, sin agresividad, no mordían ni buscaban los tobillos como lo hacían hasta no hace tanto sus ascendientes, ni ponían grandes dificultades a los de luces, ni empujaban al jaco, ni recordaban en nada a este mítico hierro. Era como si hubieran importado una corrida asaltillada del otro lado del charco, de esas que gustan a los maestros de la actualidad para hacer las Américas. Un desastre al fin y al cabo.

El Cid ha hecho el paseíllo entre grandes ovaciones y ha recibido el cariño de la plaza, para que se diera cuenta de que estábamos con él y que de él esperábamos muchas cosas, como bien nos las dio en su tiempo. Pero no, vimos a la triste caricatura de Salteras que tristemente acostumbramos en los últimos tiempos. Su labor con el capote fue inexistente en los seis toros que lidió, no entró en quites, empezó la tarde desconfiado y la acabó pasando mucho miedo, y además hizo varias jugarretas con el estoque. Aunque esto último, al fin y al cabo, ni extraña tanto en até hombre.
Para abrir boca, a su primero le recetó un comienzo de faena relajado y con mucha voluntad que fue muy celebrado, si hasta dejó un trincherazo más que estimable. Lo demás fueron muchos pases sin asentar las zapatillas y sin pasar esa línea que hay que traspasar para llegar al la verdad. Como a línea demás mató de un sartenazo en el número, escuchó los primeros pitos de la tarde. A esos pitos le siguieron más cuando apareció en segundo lugar un animalito que recordaba a los que lidian los chavales en eso del "Camino hacia Las Ventas". El matador, sin grandes esfuerzos y menos ánimo, pasó el trámite sin pena ni gloria ante el descastado y soso becerro. El tercero, como dije antes, sí podía ser más digno de llamarse le toro. Al menos a primera vista, porque el juego que dio fue de aunténtica oveja. Me pareció ver ante este toro a un Cid algo más asentado y con más seguridad al coger la muleta con la zurda, ya que dio algunos muletazos, como si se los diera al aire no obstante, con más voluntad de hacer el toreo. Pero serían imaginaciones mías supongo, y la cosa quedó en una nueva decepción.  

Antes de que saliera el cuarto, aún no nos resignábamos a que no saliera un gran victorino y que un gran Cid diera la talla, pero de nuevo se hizo presente en el ruedo otro ejemplar de los del "Camino hacia Las Ventas". Que tampoco el animal es que fuera una alimaña de las que antes salían con la A coronada, pero los pobres banderilleros debieron creerlo, y fueron protagonistas de un esperpéntico tercio de banderillas con múltiples pasadas en falso, lanzamientos de jabalina, el ruedo regado de palitroques, y hasta una cornada en la axila a David "Pirri". Y como guinda al pastel, un funcionario policial en el palco cambiando el tercio con solo tres banderillas colocadas, y se quedaría tan pancho el hombre.
Al ver al Cid con andares cansinos irse hacia el toro, ya intuíamos poca gloria en este cuarto acto. Y así fue. Un abaniqueo para quitarle las moscas al toro, y rápido por la espada, que está muy feo engañar a la gente sobando y sobando al animal sin siquiera sacar una migaja.
La lidia del quinto toro no diste mucho del anterior. De nuevo los banderilleros volvieron a protagonizar otro verdadero ridículo con las banderillas. Tampoco se comía a nadie el pobre aninalito, pero pesaba mucho a los de luces el hierro que llevaba marcado a fuego. No quiero ni pensar qué hubiera sido esto si se hace presente la verdadera alimaña. Hablar de la faena de muleta a este quinto es remitirse a hechos anteriores.
Y para cerrar corrida y petardo, otro novillote que a algunos pareció otra cosa, pero debieron ser nuestras imaginaciones. Tito Sandoval fue muy aplaudido por una vara trasera, y Cándido Ruiz por dos pares de banderillas que no pasaron de solventes. El novillo parecía que quería más que el resto, pero la faena de muleta se basó en unos pases así como para abanicar al animal y rapidito a por la espada, por lo que nos quedamos sin ver al bicho calibrar su verdadera condición.

Una hora y cuarenta y cinco minutos después de hacer el paseíllo,  Manuel Jesús Cid Salas abandonó el ruedo en medio de una fuerte pitada y lluvia de almohadillas, aunque algunos de sus nostálgicos partidarios quisieron despedirlo con aplausos, ellos sabrán por qué. Y Victorino Martín, García de segundo, que se piense bien adónde quiere llegar a parar con tan mítica ganadería que un día su padre puso en lo alto a base. A este paso, acabará en el purgatorio ganadero, y los aficionados solo querremos escucharla para rememorar el pasado. 

jueves, 4 de junio de 2015

QUE LAS "A" NOS AMPAREN Y NOS SALVEN

Se ha consumado un nuevo cartucho de eso que llaman "semana torista", y la cosa no remonta. El cartucho de hoy, con una V enmarcada en un hexágono, ha salido defectuoso, carente de pólvora, de munición, y de todo.

La corrida que nos ha traído Adolfo Martín a la exprimera plaza del mundo ha sido, primero, horripilante y totalmente sacada de tipo, más propia de ser lidiada en las calles de Castilla y de Valencia que en la exprimera plaza del mundo; y por desgracia, a lo que últimamente nos tiene acostumbrados este ganadero. Y si feos eran por fuera, por dentro no eran mucho mejor. ¿Dónde se dejaron la bravura, la casta, el poder y la agresividad estos cárdenos? ¿A dónde quiere ir a parar Adolfo Martín con su ganado? ¿Dónde quedaron los genes de Mulillero, Madroñito, Baratero o Malagueño? Los seis engendros de hoy, desde luego, no han recordado a ninguno de sus ancestros. El primero fue muy flojito y llevado entre algodones desde que irrumpió en el ruedo; el segundo, un enterado de la vida desde que la vaca lo trajo al mundo; tercero, cuarto y quinto, tres toretes chochones que invitaban a una siesta; y el sexto, un bravucón que se movió  y, por consiguiente, transmitió más. 

No hubo toros hoy, como casi siempre, pero lo que sí hubo, por una vez y sin que sirve de precedente, fueron toreros. Dos. Uno y dos. Diego Urdiales, que volvió a dar una lección de torería, clasicismo y colocación;  y Manuel Escribano, que le cortó una oreja de ley al sexto a base de aguante y dominio. 
Urdiales toreó muy bien de capa al primero, y luego le consiguió arrancar muletazos extraordinarios, siempre dando el pecho y obligando al toro a embestir donde el torero lo quería llevar. Pinchó y perdió la oreja. En el cuarto intercaló fases de pases despegados y con el pico, con otras de toreo clásico que destaparon sinceros olés. Esta vez, la espada sí entró y además de muy buena manera. 
Manuel Escribano se fue a recibir a sus dos toros a la puerta de chiqueros, y el resto de su labor capotera pasó desapercibida, como también pasó su faena de muleta al soso tercero. Lo bueno llegó con el toro que cerró plaza, al que le cortó una oreja tras una faena en la que sometió al complicado bravucón, llevándolo por bajo y con mucho temple. Lo mejor, sin duda, tres naturales de frente, sencillamente, memorables. La estocada fue el lunar de su actuación, pero no supuso impedimento para que se le premiara su buena labor. 
Buena tarde de toros nos han ofrecido estos dos toreros.

Y también vino a dar cuenta de la corrida de Adolfo, en forma de gesta eso sí, que para eso es figura y él lo vale mucho, Sebastián Castella. Siempre hay interés por ver cómo se las apañan estos señores con este tipo de toros. Y el destino quiso en el sorteo que le tocara un cabrón de toro, el segundo, que sabía mucho. Más de la cuenta. Como si el animalito supiera que delante iba a tener a uno de los que mejor torean de la historia, y quisiera poner a prueba su poderío y maestría. Y vaya si la puso. Pero Castella, lejos de doblarse con él e imponerle una lidia sobre las piernas, hizo como si quisiera imponerle una de esas faenas ya pensadas y de corte tancredista, aunque ciertamente el hombre no sabía ni por dónde empezar. Lógico. ¿En qué cabeza cabe, a un toro así?
El quinto sí salió más propicio para que el gabacho -polaco - español ejecutara su encimismo y su pegapasismo, y evidentemente con este toro sí apareció eso de "estar a gusto". De esta forma, todos contentos.

Solamente nos quedan dos cartuchos de a los que encomendarnos los aficionados: Victorino Martín y Miura. Mañana una y el domingo la otra. Suerte de varas, bravura, casta, poder, agresividad, pies... eso es lo que esperamos y llevamos deseando un mes, y apenas lo hemos visto. O ellas nos salvan, o esto se va al garete.  

miércoles, 3 de junio de 2015

CUADRIS CON POCO Y A LA VEZ ALGO DE CUADRI

Bueno, creo que ya ha llegado el momento de dejar de hacer el payaso. Para eso ya tenemos a los de la alcachofa, a los del clavel, a los que solamente figuran, valga la redundancia; a los del biiiieeennnnnjjjjjj, etcétera etcétera etcétera, y que además lo saben hacer divinamente.

Hoy es para estar serio, porque a Cuadri, a la ganadería de los herederos de don Celestino Cuadri Vides, se le han juntado el hambre y las ganas de comer. Si ya de por sí esta escalera de corrida que nos ha mandado hoy don Fernando no ha venido con el poder, la casta y la fiereza que les son propios y que llevamos echando en falta unos años ya, encima se le han puesto por delante dieciocho señores, entre oro, plata, azabache y castoreño, que han terminado de chafar el asunto. Bueno, diecisiete, que para eso uno de los de azabache, llamado Ángel Otero, ha provocado las únicas palmas merecidas de la tarde.

Porque sí, los onubenses de la H han venido a Madrid muy desiguales. Primero, muy justito para la exprimera plaza del mundo, segundo y tercero con carita y cuerpecito de niño; quinto y sexto alardeando con orgullo su belleza, y un cuarto impresionante, de los que provocan palmas nada más aparecer por el portón de los sustos. Y de juego, pues si ya de por sí se han empleado muy poco en el caballo empujando con un solo pitón o quedándose dormidos bajo el peto, ahí estaban los futuros recolectores de la fresa para masacrarlos desde lo alto del jaco con puyazos en la paletilla, o casi en la penca del rabo, o hasta alguno rozando el número. Eso sí, ninguno (salvo el quinto, que ya salió de los toriles blandeando) ha perdido las manos, todos han salido de la montura persiguiendo los capotes y no huyendo, y hasta se han tomado la licencia de morir con la boca cerrada. Eso también dice mucho.
Y una vez que se producía esta masacre, o como se dice en mi pueblo, esta batería de argumentos a los inofensivos (para la integridad de la Fiesta) animalistas, ahí estaban los coletas para dar mil capotazos y ninguno bueno, pasando en falso al banderillear algunas veces, otras clavando solo una banderilla... Vamos, lo que llega siendo una mierda de lidia que a estos cuadris con poco de Cuadri les han venido como un tiro. Porque de Cuadri tenían muy poco, pero algo tenían ahí dentro, en lo más profundo de sus entrañas. Y aunque no rallando al nivel que siempre se espera de estos toros, tampoco eran los típicos chochones que los criadores de cámara de la Tauromaquia 2.0 nos ofrecen. Había que hacerse con ellos desde el principio, picarles con eficacia y brillantez, bregarlos con los estrictamente necesarios capotazos por bajo, y por supuesto, que el de oro (aunque uno ha calzado la plata hoy) lidiara y pudiera con ellos antes de ponerse a dar trallazos a media altura. Y de matar como Dios manda, ya ni hablamos.
El de plata y los de oro, llamados en confidencia Luis Miguel Encabo, Fernando Robleño y Alberto Aguilar, han estado a cada cual peor.
Encabo no se hizo nunca con el que abrió plaza, que se aplomó en los primeros compases de la faena y que algo tendrá que decir al respecto el picador de turno. Con el cuarto se lució de salida a la verónica, ganando terreno al toro y llegando incluso a pararlo. Dejó a distancia en la segunda vara al bonito Castaño, que no estuvo muy por la labor de arrancarse, y hasta quiso dejar de banderillear para que su gran peón Ángel Otero se luciera y nos ofreciera un gran espectáculo. Lo consiguió a medias, ya que el primer par fue sensacional, pero en el segundo el toro le echó la cara y acabaron ambos palos en el suelo, lo que no fue impedimento para de de nuevo volviera a entrar a clavar con el tercio ya cambiado y a instancia de su matador, que sabía perfectamente lo que la afición quiere ver. Bien por Luis Miguel. Este Castaño fue el único de la tarde que tuvo casta de verdad y que vendió cara su piel, y con él en el ruedo la cosa pareció más una corrida de Cuadri de las que demandamos.El matador, simple y llanamente, sucumbió.

Fernando Robleño estuvo fenomenal, sí señor. Pero tapando a los toros. No les dominó, provocó con su toreo a media altura muchos tornillazos y gañafones, ahogó a los toros tirándose encima de ellos... ¿Sabe hacer otra cosa? Últimamente parece que no. Y además, acabó con el quinto de un hermoso sartenazo. Ay Robleño Robleño...

Alberto Aguilar también contó en su primer acto con un animal que, a estas horas, su alma estará deambulando por el mundo de los mortales para encontrar y pedirle cuentas a su piquero. Después de cinco o seis arrancadas, el animal se fue al garete, y Aguilar decidió no excederse mucho con la franela roja. No mejoró la cosa para el coleta con el toro que cerró plaza, el cual no puso las cosas fáciles, pero menos aún si se le quiere imponer la monofaena sin siquiera dominarlo, como si delante tuviera al típico peluchín mimoso que todo regalan.

A la salida, los gestos de tristeza y decepción eran evidentes en los rostros que quien esperamos más de una ganadería que tantas tardes de grandeza nos ha dado, e incluso algunos comentarios de que quizás a los de la H de Huelva no les vendría mal un año sabático en la feria de San Isidro. Así que ya sabe usted ganadero, si estima oportuno que su ganadería merece un descanso, póngase a la cola, que no es la única que lo necesita.

lunes, 1 de junio de 2015

BALTASAR IBÁN DECEPCIONA A LOS QUE NO TIENEN NI IDEA

Desde que me autoinvestí Doctor Honoris Causa en el maravilloso mundo del toreo, no he tenido tantas dificultades como hoy para mantener la compostura y no flirtear con aquella sinrazón que me invadía en mi época talibanesca.
Claro, hoy lidiaba uno de esos hierros que tanto gusta a los ignorantes esos descerebrados que todo protestan, entre los cuales por cierto me encontraba yo hace poco. Pero he salido contento de la plaza al comprobar que he sabido guardar la reputación propia de la que los grandes aficionados hacemos gala. Y menos mal, porque lo único que me faltaba era recaer y volver a ser mal aficionado y un reventador. En definitiva, pasé el primer examen de esta dura semana que antaño aguardaba con enormes ganas; pero ahora, al ser yo un gran aficionado al toreo, despotrico enérgicamente de ella.
Y este primer trámite lo superé con una corrida de los herederos de don Baltasar Ibán Valdés presentada en escalera: preciosos los lidiados en primer y tercer lugar, terciaditos, con poquito cara para que quepan en la muleta, con culo de pollo... en definitiva, ideales para que los toreros pudieran estar delante; una vergüenza de toro el quinto, con enormes perchas, musculado y muy bien rematado... Vamos, para quitarle al que se pone delante toda la ilusión. Y el resto... pues bueno, para que los talibanes no hagan que nos piten los oídos, diremos que pasables, pero a mí me parece una barbaridad llevar a cualquier plaza toros corpulentos y, como dicen los que no saben de esto, con trapío. Así se acaba esto, hombre. ¡¡Chssss!! Y conste que lo digo yo, que sé mucho de toros.
Sobre su comportamiento, yo tengo claro que hace algunas semanas estos toros me hubieran decepcionado por su falta de fiereza, de empuje en ese rancio invento del tercio de varas, en algunos casos flojera de remos y a fin de cuentas porque les hubiera esperado con más casta de esa.
Y los toreros, pues muy dignos los tres, sí señor, y a cada cual mejor. Robleño no tuvo toro en primer turno y se mostró con una actitud muy notable, y además como la espada entró a la primera (¡¡qué más da dónde!!) hubo que aplaudirle. Sí tuvo más colaboración con el cuarto, qué embestía latiendo el albero, y el hombre le pegó muchísimos pases y realizó una faena de esas largas que tienen su aquel y ofrecen un gran espectáculo. No se enteró de ello esa afición que se da de entendida y luego en realidad son unos ogros ignorantes, ya que recriminaban que se iba sin torear, pero suerte que los que sí entendemos valoramos al que se pone delante y da muchos muletazos.
A Serafín Marín le pitaron mucho también los talibanes esos que hay por ahí, y no sé por qué la verdad. Ni que el hombre no llevara la lidia con orden y limpieza, sin dar capotazos de más y fijando a los toros en el capote. Luego, con la muleta, empezó ahí a dar pases y pases, pim pam pim pam, y aprovechando todas las embestidas de su lote. Anda que no estuvo importante ni nada. Y los sabelotodos que todo protestan, pitando porque los pases eran enganchados y sin mandar, dicen. Pero hombre, si hoy aquí todo vale, ¿nos vamos a poner tiquismiquis porque los muletazos no son limpios? Habrase visto...
Y Luis Bolívar, el digno y futuro sucesor de César Rincón, aunque el hombre todavía no ha explotado. Lleva 11 años de alternativa,  pero aún los que entendemos le consideramos una promesa del toreo con mucho futuro. Qué sí hombre que sí, y ayer tampoco explotó, pero no porque el muchacho estuviera mal, sino porque Madrid y en especial los malos aficionados le tienen manía. Estuvo muy digno y dando muchos pases templados, pero aquí salió otra vez esa broma de "se va sin torear". Pero hombre, y digo yo, ¿cómo se va a ir sin torear con el innumerable número de pases que dio? Lo que yo digo, no entienden de toros.
El sexto se rompió la mano en los primeros compases de la lidia, y aquí acabó la tarde de Baltasar Ibán. Qué alegría nos llevamos los aficionados cuando se anunció un sobrero de Torrealta, ganadería de esas que apuestan por la toreabilidad y el toreo. Por cierto, qué preciosidad de toro, con poca cara y terciadito, si casi parecía un becerro. Como debe ser oiga, qué es eso de que los toros deben tener trapío. Bolívar de nuevo muy valiente y guerrero con un toro que no presentó grandes facilidades, lo que supuso una decepción para los que esperábamos otra cosa de este hierro. El chaval estuvo ahí aguantando y dando abanicazos, unos cuantos, para que no se diga que también se fuera sin torear. Y de nuevo, como en Madrid no se tiene ni idea, se le pitó y abroncó injustamente. Qué querrán que hagan... ¿dominar a los toros? Bastante con que pegan muchos muletazos y se ponen delante, qué poca sensibilidad.